Las expectativas de depreciación
Hace unos días, el Banco de México publicó la Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado correspondiente al mes de abril. La tabla a continuación resume las expectativas de los especialistas encuestados:
Destaca, entre otras cosas, el comportamiento esperado del tipo de cambio. De tener un tipo de cambio igual a 17.6 pesos por dólar el 15 de mayo de 2023, los especialistas prevén un nivel de 19.16 pesos por dólar a fin de 2023. Es decir, estiman una depreciación del peso cercana al 8.8% del presente al cierre de año. ¿Qué hay detrás de estas expectativas?
La dificultad de predecir el tipo de cambio
El tipo de cambio es una de las variables económicas más difíciles de predecir.
Por más que haya gurús financieros o economistas trabajando en empresas grandes o en el sector público que reciban grandes cantidades de dinero, lo cierto es que ninguno –ninguno– tiene idea de hacia dónde se dirige la economía.
Hay casos ejemplares de economistas que han fracasado rotundamente cuando de jugar con el futuro se refiere. Es popular la anécdota de Irving Fisher, un economista que, tres días previos al colapso del mercado de valores de 1929, diría lo siguiente: “Los precios de las acciones han alcanzado lo que parece ser una cima alta permanente”. Los economistas, premios Nobel por sus aportaciones al conocimiento financiero, Robert Merton y Myron Scholes, vieron caer su compañía Long Term Capital Management. Ni los más sabios están protegidos de los vaivenes impredecibles del mundo económico.
Podemos confiar en la ignorancia de los expertos financieros observando su comportamiento. Si un economista o experto financiero estuviera convencido de haber descubierto un modo mágico de pronosticar el futuro, usaría su dinero para cambiar pesos por dólares o dólares por pesos cuando saliera beneficiado (o haría algo similar con la compraventa de acciones).
Pero lo haría en silencio. Si anunciara su método mágico para pronosticar el futuro, la competencia de otros minaría sus oportunidades de ganancia.
Venga una explicación usando un ejemplo. Si un economista supiera que mañana los dólares fueran a apreciarse, podría comprar dólares hoy para venderlos mañana y obtener una ganancia. Pero supongamos que el economista anunciara en público su descubrimiento, y los enterados, motivados por la oportunidad de ganar dinero, asistieran a las casas de cambio a cambiar sus dólares. El tipo de cambio es un precio, y, como tal, responde a variaciones de oferta y demanda. El incremento en la demanda de dólares tendería a alzar su precio el jueves. De hecho, si el incremento en la demanda fuera lo suficientemente fuerte, el dólar podría alcanzar el nivel anticipado el jueves, ¡o un nivel superior! El ingenuo economista se daría cuenta de que su anuncio habría destruido la ganancia que podría haber disfrutado.
La práctica de sacar una ventaja de un diferencial de precios se conoce en economía como arbitraje. Y la historia económica muestra que, en un ambiente de libre mercado, las oportunidades de arbitraje suelen extinguirse. Por lo cual, quien posea una bola mágica preferirá tenerla oculta en un cofre que mostrar sus designios al público.
¿Por qué, entonces, la expectativa de una depreciación?
¿Podemos confiar en las expectativas de una depreciación futura pese a lo enunciado anteriormente?
En parte lo que motiva las expectativas de una depreciación es la baja expectativa de crecimiento económico en 2023, que prueba que las malas decisiones de política pública tienen consecuencias sobre los indicadores de inversión y actividad económica.
También obedecen las expectativas de depreciación, probablemente, a la incertidumbre asociada con el año electoral 2024. Los años electorales suelen conllevar a un declive temporal de la actividad económica, que repercute en diversos indicadores. Los agentes económicos posponen sus planes de inversión o crecimiento hasta que el panorama político-económico sea más claro y el presidente electo comience su plan. Ante la incertidumbre, los inversionistas prefieren retirar sus posiciones especulativas en pesos mexicanos y cambiarlas por apuestas en favor del dólar.
Otro efecto que podría llevar a una futura depreciación consiste en el efecto de paridad de tasas de interés. Dado el diferencial en tasas de interés actuales, en el que el Banco de México ha sido persistente en incrementar la tasa de interés de referencia, mientras que su par estadounidense, la Reserva Federal, ha sido más lento en elevar tasas de interés, existe un beneficio de corto plazo de adquirir pesos mexicanos. A corto plazo, por ejemplo, tiene sentido endeudarse en dólares; invertir el monto en pesos y aprovechar el diferencial en tasas de interés (pagar una deuda en tasas bajas con una inversión en tasas altas). Eso eleva el precio del peso en dólares (aprecia el peso). Pero este efecto se limita al mercado spot (el mercado de entregas inmediatas de divisas), que es relevante en el corto plazo. A largo plazo, los inversionistas que detectan esta oportunidad de ganancia venderán contratos forward de pesos mexicanos para tratar de asegurar un tipo de cambio al cual puedan intercambiar sus pesos por dólares en el futuro. Pero si más inversionistas tratan de replicar dicha estrategia, el tipo de cambio forward, que es relevante en el largo plazo, aumentará: el peso se depreciará.
Una forma más sencilla de entender lo anterior es comprender que, en economía, las oportunidades de ganancia tienden a nivelarse. Un diferencial de tasas de interés a favor de México beneficia al peso mexicano en el corto plazo; pero una depreciación del peso mexicano nivela la ganancia en el largo plazo.
Es por todas las razones esbozadas que el tipo de cambio, cuya disminución tanto ha sido motivo de orgullo y celebración para el presidente de México, no necesariamente habrá de mantenerse. ¿Qué habrá por celebrar entonces?