El islam radical, con su estrategia de expansión ideológica y cultural, encontró en Occidente dos aliados tremendamente efectivos: las izquierdas bobas y los antisemitas ignorantes.

Las izquierdas bobas, obnubiladas por su catecismo de lucha contra “el imperialismo” y “los poderosos”, compran sin chistar el relato que el fundamentalismo islámico les ofrece. No les importa que en los países gobernados por esa misma ideología las mujeres no tengan derechos, los homosexuales sean perseguidos, los disidentes sean encarcelados o ejecutados. Para ellos, todo se reduce a un esquema maniqueo: “oprimidos” contra “opresores”. En ese marco, Israel es el villano perfecto y los terroristas islámicos se transforman en héroes románticos de la resistencia. Lo más grave: muchas de esas izquierdas, además de ingenuas, son directamente financiadas por el islam radical, que así compra militancia barata para expandir su causa en el corazón de Occidente.

A esa masa acrítica se le suman los antisemitas ignorantes: los que nunca leyeron un libro de historia, pero repiten con entusiasmo que “los judíos manejan el mundo”, que “los medios son sionistas” o que “Israel es ‘genocida’”. Son funcionales a un odio ancestral que el fundamentalismo islámico utiliza como combustible para legitimar su violencia.

La combinación es explosiva. Un movimiento religioso totalitario, con agenda clara y disciplinada, se aprovecha de militantes progresistas que se creen defensores de los débiles pero terminan siendo voceros gratuitos de regímenes que lapidan mujeres y adoctrinan niños para el martirio. Y al mismo tiempo se apoya en prejuicios medievales que, lejos de desaparecer, se reciclan en cada crisis.

El resultado es una paradoja obscena: ver a feministas defendiendo causas de quienes esclavizan mujeres, a militantes LGBT marchando detrás de banderas de quienes los tirarían de un edificio, a “pacifistas” repitiendo consignas de grupos terroristas. Una contradicción que raya lo grotesco, pero que en cambio es exhibida como virtud en universidades, organismos internacionales y hasta parlamentos europeos.

Lo que este fenómeno revela es que la ignorancia no es neutral: es un arma que el islam radical sabe utilizar con precisión quirúrgica. Cada vez que una izquierda boba repite su propaganda, cada vez que un antisemita ignorante amplifica su odio, el fundamentalismo islámico gana terreno. Y no se trata solo de un problema lejano en Medio Oriente: es una amenaza que erosiona las democracias y alimenta la polarización también en Occidente.

Por eso es urgente decirlo con claridad: el islam radical no busca convivencia, busca sometimiento. Y sus supuestos aliados en Occidente, lejos de ser rebeldes iluminados, no son más que idiotas útiles en un tablero donde el precio lo pagan otros: los secuestrados que no vuelven, las minorías que son perseguidas y las sociedades libres que terminan siendo atacadas.

Publicado originalmente en: https://danilerer.com/el-islam-radical-y-sus-idiotas-utiles/

Dani Lerer.- licenciado en ciencias políticas, analista internacional, columnista y comunicador argentino, especializado en seguridad, terrorismo y crimen organizado. Director Ejecutivo del FICAYD, Foro Internacional Contra el Antisemitismo y la Discriminación

X: @danilerer

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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