Cuando sentimos el agua hasta el cuello, que nuestros salarios pierden poder adquisitivo a cada momento, buscamos la manera de protegernos utilizando otra moneda más confiable. Compramos dólares y los guardamos debajo del colchón solo para que nuestros ahorros no se sigan esfumando.
Nuestros pesos devaluados día a día parecen víctimas de un embrujo que no llegamos a comprender, pero que sí lo sentimos. Si ayer comprábamos un kilo de azúcar, hoy con esa misma cantidad de dinero solo compramos 900 gramos. Los billetes nos queman las manos y corremos a la tienda a comprar lo que se pueda antes de que pierdan más valor. Si los guardamos en el banco veremos que allí se encogen segundo a segundo.
¿Somos víctimas de algún Dios perverso que nos castiga sin piedad? Por supuesto que no, más aún, debemos saber que la medicina está en nuestras manos, podemos evitar las catástrofes monetarias, pero tenemos que comprender el diablo que enfrentamos.
Lo primordial es tener una idea clara de qué es el dinero. Algunos milenios atrás el dinero era totalmente desconocido. Surgió a consecuencia del descubrimiento de la propiedad privada, hace apenas unos tres o cuatro milenios atrás. Fue cuando alguna tribu salvaje abandonó el método violento y salvaje para adquirir lo que producía la tribu vecina, y no fue toda la tribu, sino alguno de sus miembros. Guardaron la espada y ofrecieron algo a cambio de algo. En efecto, se descubrió el trueque y, pasando los siglos, adoptaron el oro como mercancía ideal de intercambio. Se observó que con un gramo de oro se compraba más que en años anteriores, se daba el fenómeno que ahora conocemos como deflación. Esto se debía a que cada día entraban más oferentes y nuevas tecnologías impactaban en incremento de la productividad. La cantidad de oro apenas crecía con tasas menores a la oferta de bienes. Esto provocó una fiebre por buscar ese metal milagroso. A pesar de mucho esfuerzo este metal precioso crece un tres por ciento al año, cualidad que lo hace muy apreciable.
Andar cargando pepitas de oro, polvo o monedas se volvió algo incómodo, así que mejor lo guardaron en bóvedas con alguien de confianza, quien les extendía un certificado que el poseedor podía rescatar la cantidad de oro que amparaba. El certificado dio surgimiento a los billetes, el comercio floreció sin ningún problema pues realmente se pactaba con oro. Así nace el PATRÓN ORO que significa que cualquier banco puede imprimir sus propios billetes bajo la regla: sólo se puede imprimir un billete de un dólar si está respaldado con un gramo de oro. Cualquier banco podía imprimir sus propios billetes y circulaban por todo el mundo con la confianza de que podían rescatar el metal.
Pero nunca faltan las personas sin escrúpulos y alguno se da cuenta que nadie pide el oro, sigue guardado en la bodega por años. Se le ocurre imprimir certificados o billetes que supuestamente están respaldados por oro. Adquiere propiedades, ranchos, muebles, etc. Una maravilla de hacerse millonario con la imprenta. Y sigue imprimiendo billetes, hasta que se descubre que son billetes o certificados impresos sin que se haya depositado el oro correspondiente, es decir, no tienen respaldo en oro. Los poseedores corren a ese banco para pedir su metal y los primeros logran recuperar, pero pronto la bóveda queda vacía y los demás se quedaron con sus billetes sin valor. Se llenan de coraje, ahorcan al dueño, queman el banco y los negocios sufren ingratas consecuencias pues no logran vender las mercancías, no pagan a proveedores y las fábricas despiden a los trabajadores, etc. Una verdadera crisis que no hubiera ocurrido si todos los banqueros hubieran respetado la regla.
El rey, monarca, presidente o dictador se entera del problema, aprovecha la ocasión y le da una solución: “No se preocupen, de hoy en adelante solo mi gobierno tendrá el derecho de imprimir dólares, aquél que por su cuenta imprima billetes, se considerará delito grave y perderá la cabeza. Además, en mi bodega el oro estará más seguro pues cuento con vigilancia y nadie intentará robar. Tengan confianza pues yo, el rey, soy el más honesto, correcto y confiable”. Y todos, inocentemente, le creyeron.
Sin embargo, el rey también cayó en la tentación y repitió el mismo delito que prometía combatir: fabricó dinero sin respaldo de oro. Se repitieron las crisis económicas, se calmaban las aguas en cuanto se dejaba de imprimir. El precio de la onza de oro pasaba de 50 a 100, digamos, la economía volvía a funcionar bien, pero los sucesores del rey volvían a repetir el delito de imprimir más billetes de lo debido y así provocaban otra crisis.
La lección de esta historia es que la impresión de billetes provoca daños a la economía, la gente pierde poder adquisitivo, los ahorros se esfuman, el sector productivo se altera y los defraudadores, es decir, los dueños de la imprenta se benefician extraordinariamente, sin merecerlo, es un fraude. Nada de eso pasaría si se respetara la regla del patrón oro, es decir, imprimir dinero solo respaldado por el metal.
En realidad, el patrón oro solo sirve como ancla para que no se mueva el barco, es decir, para que no se imprima de más. Claro que si alguien descubriera una montaña de oro y prende la imprenta para fabricar toneladas de dólares, produciría la misma crisis que un falsificador cualquiera. Quiere decir que realmente la fortaleza de una moneda no radica en la cantidad de oro, sino en que la masa monetaria no se incremente. Si, digamos, ya hay circulando diez millones de pesos, dólares o quetzales, la economía no sufrirá daño por la vía monetaria mientras esa masa de dinero se conserve congelada.
La propuesta de Milei
Si logra subir a la presidencia de Argentina, Javier Milei se propone desaparecer el Banco Central, quien tiene el monopolio de emisión monetaria, es el poseedor de la imprenta.
No es necesario dinamitar el Banco Central, ni quemarlo, sino destruir las planchas de impresión. Bueno, ni siquiera se necesita destruir esas planchas pues se pueden usar únicamente para reemplazar los billetes deteriorados, o bien para compactar, es decir, mil billetes de un peso se destruyen y se imprime un billete de mil pesos; O la operación opuesta, se destruye un billete de a mil y se imprime mil billetes de un peso. De esta manera, aunque haya más billetes en circulación, no se altera la masa monetaria. Esta propuesta de Milei ya es un gran paso para empezar a recomponer la economía argentina.
El segundo punto, independiente del primero, es dar curso legal al dólar, para que se use de manera indistinta, como si fuera moneda nacional. Argentina tendría dos monedas o más, sin que el gobierno las pueda imprimir. Muy importante es que el gobierno no decrete tasas de cambio, eso se le deja a la gente, al mercado de divisas, a los cambistas de la calle. En Guatemala circula el dólar y el quetzal y así han evitado inflación y devaluación de la moneda. Hace como veinte años era 7.8 quetzales por un dólar y hoy sigue casi igual. Una política sobresaliente de Guatemala es que el Banco Central tiene prohibido prestarle dinero al gobierno.
Congelar la masa monetaria, darle curso legal al dólar y prohibir que el gobierno adquiera deuda nacional o foránea genera un ambiente monetario mucho mejor de lo que hay ahora y no se necesita gastar ni un peso argentino para establecerlo. Únicamente los negocios privados deben tener el derecho de adquirir deuda nacional o foránea, pues responden con su propio patrimonio. Milei propone que su gobierno solo gaste lo que la sociedad pague de impuestos, se llama equilibrio fiscal. Es una propuesta valiente y correcta que ningún gobierno populista adoptaría.
Dolarización venenosa
Podría darse el caso en que el gobierno norteamericano manifestara su simpatía para dolarizar completamente Argentina, es decir, que desapareciera el peso argentino. A la tasa actual, digamos que la masa monetaria de Argentina equivale a 40 mil millones de dólares. Podría decir el gobierno norteamericano que le presta a Argentina esos 40 mil millones de dólares, a tasa baja, incluso tasa cero, en billetes de diferente denominación para que en tres días el gobierno argentino cambie a todos los poseedores de billetes nacionales por dólar. Y se podría lograr, pero sería un error fatal, sería una dolarización venenosa. Los ciudadanos ya tendrían solo dólares en el bolsillo, pero el gobierno se quedó en blanco, ni pesos argentinos, ni dólares: los pesos argentinos fueron a la chimenea y los dólares a la población. Pero ahora el gobierno tendría una deuda de 40 mil millones de dólares. ¿Cómo los va a pagar? Si todo lo que recaba de impuestos, en dólares, va para pagar la deuda, no tendrá ni un centavo para los gastos de gobierno. Se habría metido en un lío monetario innecesario, torpe y estúpido.
Dolarización amigable
Otra alternativa perfectamente viable con costos casi nulos. El gobierno norteamericano imprimiría 40 mil millones de dólares para enviarlos a la Argentina, el gobierno argentino solo paga por el papel, la tinta y el transporte, pues no se trata de un crédito, no es un préstamo, es una sustitución de papel. Así no se endeuda el gobierno de Milei, Argentina queda dolarizada, los Estados Unidos de América no se ven afectados y ambos países quedan con mejores relaciones de amistad y colaboración. Pero si no se contara con la colaboración de USA, no conviene que el gobierno adquiera dólares en deuda, ni un millón, ni diez ni un dólar americano. De hecho, el proceso de dolarización no le debe costar al pueblo argentino ni al gobierno.
En el peor de los casos, se deja correr libremente el dólar en un ambiente de masa monetaria congelada (de pesos argentinos). Se decreta que no va haber sustitución de dinero deteriorado y en pocos años se vería la casi exclusiva circulación del dólar. En este caso, los pocos pesos argentinos en circulación se revaluarían naturalmente. El costo de esta dolarización lo pagaría el poseedor del último billete deteriorado que nadie quiere recibir.
Ahora consideremos el escenario donde hay libre circulación del dólar, pero debido a los múltiples programas sociales, los sindicatos, docentes, hospitales, y empresas estatales exigen presupuesto. Todo ello causado por los gobiernos populistas y demagogos que, para conservarse en el poder, repartían dinero a diestra y siniestra. En tal caso el gobierno de Milei tiene que hacer una pronta privatización de empresas, organizar subastas donde participen nacionales y extranjeros para lograr el mejor precio. Todas las escuelas y universidades venderlas a sus profesores para que sean accionistas. Pagarían con las indemnizaciones que por ley les corresponda y si no les alcanza, saldarían su deuda a plazos de 5, 10 o 20 años. El caso es que el gobierno se sacuda de esa presión por seguir subsidiando escuelas, hospitales y miles de instituciones que estiraban la mano para recibir subsidios, lo que obligaba a imprimir más dinero. Esto incluye a los subsidios a los ancianos, madres solteras, estudiantes, etc. La idea final es que nadie reciba subsidios. Los niños empezarán a ahorrar para garantizarse una vejez digna. Las madres solteras tendrán empleos o sus propias empresas para solventar sus gastos; los estudiantes tendrán créditos abiertos para no dañar a terceros para poder estudiar.
Por otro lado, se puede sugerir a los Estados Unidos de América que hagan una reforma monetaria a fin de que el dólar sea una moneda de gran confianza. Ello requiere: 1. Que la FED tenga prohibido financiar al gobierno de USA. 2. Que la FED (Fondo de la Reserva Federal) solo imprima para reposición de billetes deteriorados o para dolarizar a algún país que lo solicite, como lo hemos dicho antes. Ojalá escuchen la FED y el gobierno norteamericano.
Sabemos que el dólar no es la moneda perfecta, ha estado sujeta a caprichos del gobernante en turno, pero igual o diez veces peor ocurre con casi todas las monedas latinoamericanas. Por eso volteamos a ver al dólar como tablita de salvación. Pero ahora estamos ante la oportunidad de que el peso argentino se recupere, se vuelva más confiable y fuerte que el resto de las monedas, incluyendo el dólar.
Profesor de Economía (UAM Azcapotzalco) y Doctor en Economía Agricola. Articulista y autor de varios libros.
Twitter: @santosmercado