La palabra “libertario” ha adquirido nueva relevancia debido a las extrañas ideas políticas de nuestro tiempo. Según Google Trends, su uso como término de búsqueda en los Estados Unidos se encuentra en su nivel más alto en 10 años*.

Es larga. Es incómoda. Siempre hay que explicarla. En los Estados Unidos, es una palabra tanto para un partido como para una ideología. Y las guerras sobre lo que realmente significa nunca terminan.

Lo que aún no he visto es una investigación seria sobre los orígenes modernos del uso del término la cual podría permitirnos tener una mejor comprensión de lo que significa.

Gracias al proyecto de archivo de la FEE, ahora tenemos una idea más clara. Resulta que el libertarianismo no es una ideología nueva y extraña con misteriosas reglas y restricciones, mucho menos un catálogo de creencias estrechamente prescritas. Precede a la fundación del Partido Libertario en 1972. El término se empezó a utilizar veinte años antes para señalar la amplia aceptación de una idea con antiguos orígenes.

Sin dudas, si nos remontamos un siglo atrás, encontraremos el libro Liberty and the Great Libertarians de Charles Sprading, de 1913 (reseñado aquí). Incluye biografías de muchos liberales clásicos, pero también de algunos autores radicales que en general no parecían tener mucho afecto por la sociedad comercial moderna. Es un buen libro, pero que yo sepa, el uso del término en esta obra es atípico.

Salvo algunos casos aislados -H.L. Mencken se había descrito a sí mismo como libertario en 1923- el término permaneció inactivo en la escena estadounidense durante los siguientes 50 años.

La diáspora de la libertad

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, un pequeño grupo de creyentes en la libertad se propuso combatir y revertir las tendencias ideológicas prevalecientes en los medios de comunicación, el mundo académico y el gobierno. Durante la guerra, el gobierno controló los precios, los salarios, el discurso y la producción industrial. Era una planificación integral, un sistema no muy disímil del que se practicaba en los países contra los que los Estados Unidos estaban peleando.

Emergió un aluvión de libros que instaban a un cambio drástico. En 1943 tuvimos Discovery of Freedom de Rose Wilder Lane, The God of the Machine de Isabel Paterson y El manantial de Ayn Rand. En 1944 aparecieron Camino de servidumbre, de F.A. Hayek, Gobierno omnipotente de Ludwig von Mises y As We Go Marching de John T. Flynn.

Estas poderosas obras indicaban que había llegado el momento de contrarrestar la tendencia imperante hacia la “sociedad planificada”, razón por la cual Leonard Read creó la Fundación para la Educación Económica (FEE) en 1946. Fue el primer instituto enteramente dedicado a la causa de la libertad humana.

Hasta ese momento, no se utilizaba ninguna palabra para describir la perspectiva ideológica de este grupo de pensadores. Para entender por qué, tienen que situarse en el confuso periodo en cuestión. La guerra había reforzado el New Deal y propinado un duro golpe a quienes deseaban que los Estados Unidos se mantuviesen al margen de enredos en el extranjero. La resistencia política al New Deal se encontraba completamente fracturada. El ataque a Pearl Harbor había llevado a la clandestinidad al movimiento antibelicista. El trauma de la guerra lo había cambiado todo. La perspectiva pro-libertad se había alejado tanto de la vida pública que carecía de nombre.

Resistiendo a las etiquetas

La mayoría de estos pensadores disidentes fácilmente se habrían descrito como liberales dos décadas antes. Pero a mediados de los años 30, esa palabra había sido completamente secuestrada para referirse a lo opuesto. Y tengan en cuenta que la palabra “conservador” -que tenía significado en el Reino Unido (refiriéndose a los tories, quienes en gran medida se oponían al liberalismo clásico) pero no en los Estados Unidos- aún no había surgido: The Conservative Mind de Russell Kirk, no fue publicado sino hasta 1953.

Además, Leonard Read se resistía a etiquetar la ideología a favor de la libertad, y por un buen motivo. Un sistema ideológico con un nombre también parece indicar un plan sobre cómo la sociedad debe ser administrada y a qué debe aspirar detalladamente una nación. Lo que él y otros favorecían era exactamente lo contrario: la libertad de cada individuo para descubrir el camino correcto a través de un proceso emergente de evolución social que nunca cesa. No había un estado final. Sólo había un proceso. Creían, con razón, que las etiquetas distraen de ese punto crucial.

Necesitamos una palabra

No obstante, la gente necesariamente te llamará de alguna forma. El problema de cómo fue algo acuciante para esta primera generación después de la guerra, y la lucha consistió en encontrar la expresión adecuada. A algunos les gustaba el término “individualista”, pero éste tenía el problema de restarle énfasis al floreciente sentido de comunidad y a la vasta e intrincada cooperación social que resulta de una sociedad libre.

El libro de Kirk sobre el “conservadurismo” apareció en 1953, pero dicho término frustró a muchas personas que creían firmemente en el libre mercado. Kirk casi no hacía mención a la economía, y el tradicionalismo que destacaba en el libro parecía excluir la tradición liberal clásica de Hume, Smith, Jefferson y Paine. El libro también desatendía los aportes de los defensores de la libertad del siglo XX, que tenían una nueva conciencia de las graves amenazas para la libertad tanto desde la derecha como desde la izquierda.

En 1953, Max Eastman escribió un hermoso artículo en The Freeman que analizaba la inversión de los términos izquierda y derecha a lo largo del siglo, y lamentaba profundamente la pérdida del término liberalismo. Entre otras sugerencias, Eastman proponía “nuevo liberalismo” para distinguirlos de los liberales del New Deal. Pero además de ser incómoda en general, la frase tenía una obsolescencia incorporada. Jugó además con otras frases como “liberal conservador”, pero la misma tenía sus propios problemas.

Somos liberales, pero la palabra ha desaparecido

Todos estaban lidiando con el mismo problema. A estas personas se les llamaba, con razón, liberales. Pero habían sido despojados del término liberalismo, y se encontraban ahora desamparados. Sabían en qué creían, pero no tenían un término memorable ni una descripción para presentarse.

Una solución fue propuesta por Dean Russell, historiador del pensamiento y colega de Read que había traducido muchas obras de Frédéric Bastiat. En mayo de 1955, escribió el artículo trascendental que proponía que el término libertario fuese resucitado:

Muchos de nosotros nos llamamos “liberales”. Y es cierto que la palabra “liberal” alguna vez describió a las personas que respetaban al individuo y temían el uso de las coacciones masivas. Pero ahora los izquierdistas han corrompido ese término otrora orgulloso para identificarse a sí mismos y a su programa de más propiedad pública de los bienes y más controles sobre las personas. Como resultado, aquellos que creemos en la libertad debemos explicar que cuando nos llamamos liberales, queremos decir liberales en el incorrupto sentido clásico. En el mejor de los casos, esto es incómodo y se presta a malentendidos.

He aquí una sugerencia: Que quienes amamos la libertad marquemos y reservemos para nuestro propio uso la buena y honorable palabra “libertario”.

Así que ahí lo tenemos: libertario es un sinónimo de lo que alguna vez se llamó liberal. No significaba algo más ni nada menos. No es un nuevo sistema de pensamiento, una nueva ideología, una nueva revelación de alguna perspectiva política altamente enrarecida con respuestas detalladas a todos los problemas de la vida. Fue propuesto nada más que como un término para describir una tradición de pensamiento que se remonta a cientos de años en Occidente e incluso con antiguos orígenes.

Liberalismo = Libertarianismo

Liberalismo es un término que describe la convicción general de que la libertad es la mejor solución a todo el problema de la interacción social. Dicho de otra forma, el liberalismo celebra la primacía de la libertad y rechaza el poder y la autoridad central como ineficaces y moralmente corruptores.

Russell entra entonces en detalles. El libertarianismo es “lo contrario de un autoritario. En sentido estricto, un libertario es alguien que rechaza la idea de emplear la violencia o la amenaza de violencia -legal o ilegal- para imponer su voluntad o punto de vista sobre cualquier persona pacífica”.

Un libertario cree que el gobierno debería “dejar a la gente en paz para que resuelva sus propios problemas y aspiraciones”.

Un libertario, continuaba Russell, “respeta el derecho de toda persona a usar y disfrutar de su propiedad honestamente adquirida -a intercambiarla, a venderla o incluso a regalarla-, pues sabe que la libertad humana no puede perdurar mucho tiempo cuando ese derecho fundamental es rechazado o incluso seriamente menoscabado”. Un libertario “cree que las necesidades diarias de la gente pueden satisfacerse mejor a través de los procesos voluntarios de un mercado libre y competitivo” y “tiene mucha fe en sí mismo y en otras personas libres para encontrar la máxima felicidad y prosperidad en una sociedad en la que nadie posea la autoridad de obligar a otra persona pacífica a ajustarse en modo alguno a sus puntos de vista o deseos”. En resumen: “El objetivo del libertario es la amistad y la paz con sus vecinos en el país y en el extranjero”.

Chodorov contribuye

Debe haber hecho un argumento convincente. Frank Chodorov se incorporó, expresando exactamente lo mismo en un ensayo en la publicación National Review, impreso el 20 de junio de 1956:

“La botella está ahora etiquetada libertarianismo. Pero su contenido no es nada novedoso; es lo que, en el siglo XIX, y hasta la época de Franklin Roosevelt, se denominó liberalismo: la defensa de un gobierno limitado y una economía libre. (Si lo piensan, verán que hay una redundancia en esta fórmula, pues un gobierno de poderes limitados tendría pocas posibilidades de interferir en la economía). Los liberales fueron despojados de su consagrado nombre por los inescrupulosos socialistas y cuasi socialistas, cuya avidez por las palabras de prestigio no conoce límites. Así que, obligados a buscar otra etiqueta distintiva para su filosofía, pergeñaron libertarianismo, suficientemente bueno pero algo difícil para la lengua”.

Read cambia de opinión

Incluso el propio Leonard Read empezó a utilizar el término. Lo utilizó libremente en su famoso ensayo de 1956 “Neither Left Nor Right”. Luego, en 1962, Read escribió Los elementos del liderazgo libertario. Volvió a destacar que un libertario no es ni más ni menos que un sustituto del término liberal:

“El término libertario es utilizado porque no se ha encontrado nada mejor para sustituir a liberal, un término que ha sido apropiado con mayor éxito por los autoritarios contemporáneos. Mientras liberal significaba liberación del Estado autoritario, fue una generalización práctica y útil. Ha llegado a significar poco más que una liberalidad estatal con el dinero de otros”.

Una gran carpa

Ahí lo tienen. El contenido no es nada nuevo. Es un amplio paraguas de personas que anteponen el principio de la libertad. En sus comienzos, el libertarianismo incluía: constitucionalistas, creyentes en un gobierno limitado, objetivistas, anarquistas, localistas, agoristas, pacifistas, brutalistas, humanitaristas, y quizás también monárquicos. Incluía a deontólogos, consecuencialistas y empiristas.

El término fue diseñado para aplicarse a todos los que no eran partidarios de la planificación centralizada. No se refería a una doctrina estrecha, sino a una tendencia general, exactamente igual que el propio liberalismo. Y ese principio liberal era que los individuos importan y que la sociedad no precisa de una autoridad directiva dominante para funcionar bien.

Tampoco necesita referirse sólo a las personas que tienen una visión coherente y completa del mundo. Digamos que tu deseas impuestos más bajos, marihuana legal y paz, y que estos son los temas que te preocupan. Me da la impresión que puedes llamarte a ti mismo con razón un libertario, independientemente de lo que puedas pensar sobre otras cuestiones de ser consultado.

Por esta razón, las interminables peleas sobre quién es y quién no es libertario no vienen al caso. Hay interpretaciones mejores y peores, argumentos mejores y peores, implicaciones mejores y peores, y depende de todos nosotros hacer el duro trabajo de descubrir cuáles son. Independientemente de los resultados, nadie puede reclamar el término de manera exclusiva. Hay tantos tipos de libertarios como creyentes en la propia libertad.

Por supuesto, todavía existen muchos problemas con el término. Sigue siendo demasiado largo y sigue siendo demasiado incómodo. Será suficiente por ahora, pero fíjate en algo: los izquierdistas partidarios de la planificación estatal no parecen abrazar la palabra liberalismo como lo hacían antes. ¡Prefieren el término progresista, un término poco apropiado si los hay!

¿Deja eso disponible a la palabra liberal para volver a tomarla? Quizás. Sería una poesía preciosa. Repito, recuperemos la palabra liberal.

Traducido por Gabriel Gasave, y publicado por el Independent Institute en: https://independent.typepad.com/elindependent/2023/11/de-dónde-proviene-el-término-libertario-1.html

*El original en ingles fue publicado el 15/09/2016 y puede verse aquí.

El autor fue Director de Contenido en la Foundation for Economic Education y es fundador y presidente del Brownstone Institute.

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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