En los últimos años, el discurso sobre el cambio climático ha estado marcado por predicciones catastrofistas que, en muchos casos, no se han cumplido. Desde las afirmaciones de Al Gore en su documental Una verdad incómoda en 2006 hasta las recientes declaraciones del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, sobre el clima futuro de Madrid y Barcelona, el alarmismo climático ha generado expectativas que, al contrastarlas con la realidad, muestran un patrón de exageraciones. Veinte años tirados a la basura por las «fake news» de estos onanistas del populismo climático. Estas hipérboles son parte de la «cultura» de la posverdad: para políticos de esta cuerda, con Trump junto a Gore y Sánchez, la distinción entre verdad y falsedad es irrelevante; lo único que importa es lo que consideran justo, empático o solidario. Además, claro, de conseguir pingües beneficios personales, electorales (nada da más votos que el miedo), y/o económicos(veremos más adelante cómo Zapatero pasó dinero de nuestro bolsillo de sufridos contribuyentes españoles al del plutócrata norteamericano Gore).

El presidente español acaba de afirmar que, debido al cambio climático, «Madrid tendrá el clima de Marrakech y Barcelona el de Túnez» en las próximas décadas. La frase busca transmitir alarma, pero carece de respaldo científico concreto: ni plazos definidos, ni comparaciones climáticas sólidas. Es cierto que las temperaturas en España han aumentado (aproximadamente 1,3 °C desde la era preindustrial, según AEMET), pero lo que Sánchez persigue no es informar para actuar, sino propagar miedo para cosechar rédito electoral y servir a intereses económicos. Sánchez, como antes Gore, encarna al político que sustituye la ciencia por moralina y la política por retórica.

El documental Una verdad incómoda de Al Gore marcó un hito en la popularización del cambio climático –además de ser el inicio de la era de la posverdad junto al documental de Michael Moore Fahrenheit 9/11 pero varias de sus predicciones resultaron erróneas. En 2009, Gore afirmó que el hielo del Ártico podría desaparecer en verano para 2013. Por si no ha ido últimamente al Polo Norte, estimado y preocupado lector, en 2025, el Ártico sigue teniendo hielo incluso en el largo y no tan frío verano. Gore también nos amenazó que que el colapso de Groenlandia o la Antártida podría elevar el nivel del mar hasta 6 metros, inundando zonas costeras y generando 100 millones de refugiados. Sin embargo, los modelos actuales del IPCC proyectan un aumento de entre 0,3 y 1,1 metros para 2100 en escenarios de emisiones altas. El colapso total de esas capas de hielo llevaría siglos o milenios, no décadas. Lo que ha pasado, por otro parte, desde que la Tierra es Tierra y el clima es heracliteano, es decir, dinámico.

Gore vinculó además el cambio climático con un incremento en la frecuencia e intensidad de huracanes, usando Katrina como ejemplo. Pero la NOAA muestra que no ha habido un aumento significativo en la frecuencia de huracanes en el Atlántico desde 2005 (ni siquiera desde 1878, la aparente subida en el número de tormentas puede explicarse en buena parte por satélites y otras tecnologías modernas que detectan fenómenos que antes pasaban inadvertidos. Pero vete a hablarle de tecnologías modernas a un negacionista de la energía nuclear como Sánchez). Que el cambio climático pueda intensificar ciertos fenómenos es probable, pero la relación es mucho más compleja de lo que Gore presentó y Sánchez pontifica. En Italia se dice «piove, porco governo»; Sánchez podría actualizarlo a «llueve en otoño, hace frío en invierno, hace calor en verano: asqueroso cambio climático».

Ya en 2007, un tribunal británico identificó nueve errores en Una verdad incómoda, señalando que varias afirmaciones se apartaban del consenso científico. Aunque el documental pudo seguir proyectándose en escuelas, se exigió añadir guías aclaratorias para contextualizar el alarmismo. Aun así, Rodríguez Zapatero se gastó 600.000 euros del erario en comprar 30.000 copias del documental para colegios españoles. Una inversión para el adoctrinamiento, no para la educación. La mayor de ellos se pudren con el plástico todavía puesto en las bibliotecas escolares donde duermen el sueño del gasto ideológico a cargo del contribuyente español, mucho más abrasado por el Estado confiscador de Montoro y Montero que por las altas temperaturas. Sería necesario añadir guías aclaratorias para contextualizar cada vez que Sánchez abra la boca, ya sea del cambio climático, la amnistía a los golpistas o sus críticas a Israel.

En 2014, Greenpeace publicó un informe alarmando sobre los impactos en las costas españolas, con imágenes de San Sebastián, Marbella o Benidorm bajo el agua hacia 2100. En realidad, el nivel del mar ha subido globalmente unos 20-25 cm desde 1900, según la NASA, pero ni rastro de las inundaciones masivas que se anticipaban. Noé tendrá que esperar. Las predicciones catastrofistas a largo plazo no solo no se verifican sino que todas sus refutaciones no evitan que los alarmistas climáticos sigan propagando sus bulos, exagerando escenarios extremos para mantener la tensión mediática.

Estos casos muestran los riesgos de hacer predicciones muy específicas sobre sistemas complejos, como es el clima. La variabilidad natural y los mecanismos de retroalimentación pueden acelerar o retrasar las tendencias previstas. Pero los alarmistas climáticos, de Gore a Sánchez, pasando por Greenpeace y Zapatero, no permitirán que los datos estropeen su relato de terror porque se les acabaría el chollo mediático y el chiringuito pseudoecologista. El patrón es claro: declaraciones dramáticas que buscan generar miedo, pero que al incumplirse erosionan la confianza pública. Y ahí está el daño mayor: el cambio climático es un reto real y demostrado, pero el alarmismo político-mediático lo convierte en un relato de posverdad que, en lugar de movilizar soluciones, fomenta escepticismo. Como «alarmismo climático» se habrá convertido dentro de poco en otro cliché insulso, subirán la apuesta retórica a «apocalipsis climático».

Conviene subrayarlo: la medida más efectiva contra el cambio climático —al menos a corto y medio plazo— es la apuesta por la energía nuclear. Frente a eso, Sánchez se niega en redondo, condenando a España a depender de renovables intermitentes y gas importado, con el consiguiente riesgo de apagones. Una ironía cruel: quienes se presentan como defensores del planeta provocan el mayor daño real. Que es lo que suele suceder con la izquierda: sus presuntos buenos principios terminan provocando reales consecuencias desastrosas.

Publicado originalmente por Libertad Digital: https://www.libertaddigital.com/opinion/2025-09-03/santiago-navajas-de-al-gore-a-pedro-sanchez-la-posverdad-del-alarmismo-climatico-7290839/

Dr. Santiago Navajas.- Profesor de Filosofía. Articulista en los diarios Vozpópuli y Libertad Digital, entre otros. Es autor de Manual de Filosofía en la pequeña pantalla (2011), De Nietzsche a Mourinho. Guía filosófica para tiempos de crisis (2012), El hombre tecnológico y el síndrome Blade Runner (2016)y el más reciente: El Pensamiento en Lucha(2024) entre otros libros.

Twitter: @santiagonavajas

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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