«No podemos aceptar que quienes no producen sigan ganando sin trabajo, mientras la gente lucha por llegar a fin de mes», es lo que afirma el secretario de la CGIL (Confederación General Italiana del Trabajo), Maurizio Landini, en una reciente entrevista con «la Repubblica», en la que continuó su ofensiva retórica contra los alquileres, que incluso ha alimentado un debate mediático, polarizando aún más el discurso público entre supuestos opresores y oprimidos.

En su opinión, los alquileres o rentas inmobiliarias representarían un mal social, un obstáculo para la redistribución de la riqueza y un privilegio injusto para unos pocos en detrimento de la mayoría. De hecho, los propietarios se beneficiarían injustificadamente de su posición y, por lo tanto, deberían pagar más impuestos.

Conviene señalar inmediatamente que la visión del sindicalista antes citado, imbuida de eslóganes y simplificaciones, está anclada únicamente en prejuicios ideológicos decimonónicos y en una idea antigua y desfasada, carente además de cientificidad: la renta de la propiedad sería una ganancia «fácil»; y moralmente cuestionable, obtenida sin mérito ni esfuerzo.

Obviamente no considera en primer lugar que la ganancia en cuestión es el resultado de elecciones individuales en la asignación óptima de recursos, a menudo asociadas a riesgos significativos, y no una ganancia pasiva o inmerecida. Por ejemplo, un propietario inmobiliario no se limita a poseer su propiedad de forma pasiva: tiene que correr con los gastos de mantenimiento, lidiar con complejas normativas burocráticas, pagar elevados impuestos y gestionar riesgos de mercado como la insolvencia o la depreciación de la propiedad. También hay que tener en cuenta que las viviendas y los espacios comerciales que proporcionan los propietarios no existen en el vacío: sin las inversiones de los particulares, estos recursos escasearían, lo que supondría un aumento de los costes para quienes buscan una vivienda o un lugar para trabajar. De ello se deduce que la propiedad no es una fuente de enriquecimiento injusto, sino un componente esencial del mercado, dentro de una economía capitalista.

Tampoco evalúa, como debería hacer, que el golpe a las rentas vitalicias no reduciría en absoluto las desigualdades sociales, ni garantizaría una redistribución justa de la riqueza. De hecho, la historia siempre ha demostrado que las políticas de redistribución suelen agravar las desigualdades, golpeando a los más vulnerables.

Penalizar las rentas inmobiliarias, por ejemplo, significa también perjudicar a los pequeños ahorradores que han invertido sus ahorros en vivienda para asegurarse un futuro económico estable. Gravar o limitar las rentas de estas inversiones llevaría a una devaluación de los inmuebles, haciendo que la compra y gestión de viviendas en alquiler, reduciendo así la oferta de viviendas y haciendo subir los alquileres, afectando en particular a las rentas más bajas. Una paradoja en la que las políticas destinadas a ayudar a los más débiles acaban perjudicándoles.

Ni que decir tiene que atacar las rentas inmobiliarias significa también ignorar la economía y el papel que desempeña el mercado, que no es una institución estática o mecánica, sino un proceso dinámico y descentralizado que permite la coordinación entre millones de individuos, que conduce a la utilización óptima de los recursos sin que nadie imponga dicha coordinación desde arriba. En su ámbito, como se deduce de uno de los más importantes de las ciencias sociales, los intercambios entre individuos o empresas no tienen lugar en un juego de suma cero, en los que lo que una parte gana la otra necesariamente debe perderlo. Al contrario, dichos intercambios se producen a suma positiva, es decir, ambas partes se benefician de la interacción, ya que de lo contrario no tendrían ningún incentivo para participar en ella: de lo contrario no tendrían incentivos para participar: el vendedor recibe un pago que considera satisfactorio por su bien o servicio, mientras que el comprador adquiere un bien o servicio que considera de mayor valor que el dinero gastado. La dinámica mencionada también se aplica al mercado inmobiliario, que mantiene su papel de garante de un crecimiento integrador, en el que todos, los que poseen bienes inmuebles y los que los utilizan (inquilinos o compradores), a través de intercambios voluntarios, se benefician de ellos: los propietarios obtienen un rendimiento de su inversión, mientras que los inquilinos o compradores obtienen un bien que necesitan, ya sea una vivienda o un espacio para actividades productivas.

En este contexto, apenas cabe señalar, cuando el Estado interviene para «corregir» la dinámica del mercado o remediar supuestas injusticias, como en el caso de las intervenciones de control de alquileres, mediante una mayor fiscalidad de la propiedad u otras medidas dirigistas, se interrumpe la dinámica positiva, las sinergias observadas, se distorsiona el equilibrio y se acaba perjudicando a toda la economía, produciendo ineficiencia, escasez y pobreza.

En conclusión, hay que rechazar decididamente cualquier ataque a las rentas de la propiedad, cuya naturaleza del mismo es mucho más compleja y requiere un examen adecuado y más profundo a la luz de la teoría económica. Esto, además, en un sistema de libre mercado, representa un fenómeno natural y no es sólo una ganancia para el inversor, sino un indicador del éxito de una economía que fomenta el uso eficiente de los bienes y el capital disponibles.

En esencia, como señaló Ludwig von Mises, es el resultado de la asignación óptima de los recursos, es decir, «el indicador de que los recursos escasos se han utilizado para satisfacer los deseos más urgentes de los consumidores. Los que obtienen beneficios ayudan a la economía a encontrar la asignación óptima de los recursos, mientras que los que sufren pérdidas demuestran que se han desviado de este camino».

Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.

Twitter: @sandroscoppa

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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