Recientemente se cumplieron 80 años de la publicación de «El Manantial» (The Fountainhead), una de las grandes novelas de Ayn Rand, la escritora y filósofa rusa, naturalizada americana. Es una obra que encarna los principios del individualismo, el radicalismo y la libertad personal, que representan el corazón palpitante de la filosofía del Objetivismo desarrollado por la autora en el centro de la novela, tanto es así que este es uno de sus temas principales: el conflicto entre el poder del individuo y las fuerzas del colectivismo.
Rand critica duramente las instituciones e ideologías que buscan homogeneizar al individuo, negando su unicidad y su derecho a seguir su propio camino.
El protagonista es Howard Roark, un arquitecto, que encarna la esencia del individualismo radical. Es un individuo visionario e intransigente que se niega categóricamente a inclinarse ante las fuerzas del colectivismo y el conformismo. Su batalla para mantener intacta su visión creativa, a pesar de las presiones externas, lo transforma en un símbolo para todos aquellos que creen en la integridad personal y la libertad pensamiento.
Roark no es simplemente un personaje literario; es el manifiesto vivo de una idea poderosa: la defensa de la originalidad en un mundo que a menudo intenta sofocarla. Como él mismo declara con determinación: «La cuestión no es quién me dejará; es quien me detendrá.» Con esta afirmación, Rand cristaliza la voluntad indomable del individuo que desafía cada obstáculo para permanecer fiel a sí mismo.
Profundizando aún más, uno no puede dejar de notar cómo el carácter randiano expresa perfectamente el ideal del individuo autónomo, libre de cualquier forma de coerción externa, persiguiendo su propia visión. Es en este sentido, que representa el arquetipo del emprendedor innovador, tema central en la teorización de los exponentes de la Escuela Austriaca de Economía, en particular en obras de Ludwig von Mises y Friedrich A. von Hayek.
Éstos enfatizaron la importancia del emprendedor en el sistema económico, como alguien que, impulsado por sus propias creatividad e intuición, es capaz de alterar el orden existente y crear otros nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo.
Su intransigencia, entonces, frente a las presiones sociales y al conformismo, parece un reflejo de la crítica austriaca al colectivismo y al intervencionismo estatal. Su lucha por afirmar su propia visión arquitectónica contra las convenciones de su tiempo resuena de hecho con la defensa de la libertad individual frente a la planificación central yla regulación excesiva, que los economistas austriacos ven como un freno a la innovación y al progreso.
Dominique Francon, la protagonista femenina de la novela, es en cambio un
carácter complejo y atormentado. Desde las primeras páginas emerge como la encarnación del individuo que reconoce y admira la verdadera grandeza, pero que al mismo tiempo está profundamente desanimada por la mediocridad que la rodea.
Dominique es cínica y está convencida de que la sociedad no merece la belleza y la integridad que representa Roark. Sin embargo, su viaje interior la lleva a una revelación crucial: incluso en un mundo que parece hostiles a los valores del individualismo y la creatividad, vale la pena luchar por ellos. Dominique es el emblema de la batalla entre el amor por lo sublime y el desprecio por lo banal.
Su afirmación: «No quiero vivir en un mundo en el que tenga que buscar dentro de mí el coraje para luchar contra lo que no puedo aceptar…», expresa el conflicto entre su aspiración de grandeza y la realidad que parece querer extinguirla. No es solo una pelea contra el mundo exterior, pero también contra los propios miedos y dudas.
“El Manantial” ha traspasado los límites de la literatura, influyendo en pensadores y filósofos profundos, especialmente en el campo del pensamiento liberal. Murray N. Rothbard, por ejemplo, definió la novela como «una obra fundamental para cualquiera que abrace el valor del individuo contra las fuerzas opresivas del colectivismo”. Robert Nozick, por su parte, vio en la obra un manifiesto filosófico que desafía la idea del sacrificio del individuo para el bien de la sociedad.
Incluso Ludwig von Mises reconoció a Howard Roark como «el hombre que crea, que innova y arrastra a la humanidad hacia un futuro mejor, a pesar de la resistencia de masas e instituciones”. Friedrich A. von Hayek, a su vez, elogió la novela como una advertencia contra los peligros del colectivismo, subrayando cómo la historia de Roark representa la resistencia del individuo contra el poder opresivo de las mayorías.
En 1949, el excelente trabajo de Rand fue adaptado al cine dirigido por King Vidor, con Gary Cooper como Howard Roark y Patricia Neal como Dominique Francon. Si bien la película no tuvo el mismo impacto que la novela, sigue siendo una importante representación cinematográfica de las ideas de Rand. A pesar de la dificultad para trasladar la complejidad filosófica del libro a la gran pantalla, el guión, escrito por la propia Rand, conserva muchas de las frases icónicas y los temas principales de la novela.
El famoso argumento final de Roark ante el tribunal, en el que defiende el derecho del individuo a crear según su propia visión, se reproduce casi a la perfección, subrayando una vez más la importancia de la libertad individual como valor supremo.
En conclusión “El Manantial” es más que una novela; es un manifiesto filosófico que exalta la importancia del individuo y su libertad en un mundo que con demasiada frecuencia intenta suprimir la originalidad y el pensamiento independiente. A través de la historia de Howard Roark, Ayn Rand nos recuerda que la verdadera libertad radica en la capacidad de permanecer fiel a uno mismo, a pesar de las presiones externas.
Las apreciaciones de pensadores liberales como Rothbard, Nozick, Mises y Hayek sólo refuerzan el valor de este trabajo en el panorama del pensamiento liberal. Y, como dice Howard Roark en la novela: «El creador vive por su trabajo. No necesita a los demás. El parásito vive para los demás. necesita aprobación. Intenta lograr lo que no puede lograr por sí solo”. esta frase representa perfectamente la esencia del mensaje de Ayn Rand: el individuo creativo y la independencia son el verdadero motor del progreso y la libertad.
Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.
Twitter: @sandroscoppa