Hace dos siglos, en 1825, partió de Darlington el primer tren público de la historia: un viaje de 40 kilómetros que cambiaría para siempre la sociedad, la economía y la libertad humana.

En septiembre de 1825 , hace doscientos años, un acontecimiento aparentemente técnico cambió la historia mundial. La Locomotora n.º 1 partió de la ciudad inglesa de Darlington , la primera locomotora de vapor en transportar pasajeros y mercancías en un servicio ferroviario público. Sin embargo, no era solo un tren de hierro lo que se movía: era la idea de la movilidad como un derecho , como una herramienta para la emancipación individual.

El ferrocarril de Stockton y Darlington fue fruto de una intuición tan simple como revolucionaria: utilizar la energía del vapor para conectar las zonas de producción y los mercados de salida, haciendo que el transporte no solo fuera más rápido y económico, sino también accesible. La iniciativa nació de la visión del empresario cuáquero Edward Pease , apoyada por el ingenio de George Stephenson , un autodidacta que ya había demostrado la eficacia de la tracción mecánica con sus primeras locomotoras experimentales. El ferrocarril, de aproximadamente 40 kilómetros de longitud , se diseñó inicialmente para transportar carbón desde las minas de Shildon hasta el puerto de Stockton-on-Tees, pero el éxito del tren mixto (de mercancías y pasajeros) cambió radicalmente el concepto mismo de movilidad.

En su viaje inaugural, el 27 de septiembre de 1825 , la Locomoción n.º 1 transportó 14 vagones: ocho llenos de carbón, otros de harina y el vagón de pasajeros Experiment , que transportaba a funcionarios, trabajadores y curiosos. Miles de personas se congregaron a lo largo de la ruta, conscientes de que presenciaban algo trascendental. El tren promediaba 12 km/h , alcanzando velocidades de 24 km/h en tramos cortos, una auténtica maravilla para la época.

Hasta entonces, la gente había sido mayoritariamente sedentaria. El agricultor estaba atado a la tierra, el trabajador a la aldea, el comerciante a la plaza del mercado . El tren alteró esta naturaleza estática : derribó las barreras sociales y geográficas, abriendo a todos la posibilidad de viajar, comerciar y elegir. Como demostró Georg Simmel en su Filosofía del dinero , la economía monetaria y la capacidad de moverse libremente dentro del espacio social y económico son condiciones esenciales para la emancipación individual. El dinero, como medio impersonal y móvil, permite la libertad de las relaciones personales obligatorias y las jerarquías fijas, mientras que la movilidad real —la garantizada por la infraestructura y las conexiones— permite la libertad de elección . El ferrocarril abarcaba ambas.

El ferrocarril Stockton & Darlington fue la expresión práctica de este espíritu. Pease y Stephenson no esperaron la autorización central, sino que hicieron lo que dictaba el espíritu liberal : actuar, innovar, asumir riesgos. Idealmente, a bordo de ese primer tren también se encontraba la sociedad futura, más dinámica y menos limitada.

El tren acortó distancias y, con ellas, privilegios. Las ciudades se volvieron accesibles, el campo menos aislado, los puertos competitivos. Nació una nueva economía basada en el tiempo , la conexión y la circulación de ideas. El ferrocarril provocó la proliferación de periódicos , posibilitó los desplazamientos y transformó el reloj en una norma social. La transformación que trajo consigo marcó la transición de una sociedad cerrada , basada en vínculos locales y relaciones hereditarias, a una abierta y funcional . Las redes ferroviarias no solo conectaron ciudades y puertos, sino que también redefinieron las relaciones humanas: de vínculos estáticos y necesarios a elecciones dinámicas y voluntarias. La modernidad rompió la pertenencia forzada y allanó el camino para la ciudadanía activa. El hombre ya no estaba atado a la tribu: podía entrar al mundo y elegir su propio destino.

La oposición fue feroz. Los conservadores denunciaron el tren como un monstruo , capaz de profanar la naturaleza. El periodista William Cobett lo acusó de destruir la «independencia rural». Pero fue la reacción dirigista y nostálgica de siempre : la misma que hoy teme cada andén, cada innovación, cada desintermediación. En realidad, el ferrocarril devolvió el poder al individuo.

El valor de la tierra también cambió. Ya no se basaba en la proximidad a un centro de poder, sino en su conexión con el mundo . La renta natural dio paso al mérito y la accesibilidad. Italia vio un ejemplo de ello con la autopista Nápoles-Portici en 1839 y las grandes obras liberales de finales del siglo XIX.

Ese primer viaje ha sido justamente celebrado en el arte y la cultura. El pintor John Dobbin lo inmortalizó en lienzo; la figura de Stephenson se honra en estatuas y biografías; museos como los de Darlington y Shildon preservan su legado. Documentales de la BBC , composiciones orquestales y exposiciones permanentes mantienen viva la memoria de un acto que condujo a la humanidad a la modernidad.

Hoy, en el bicentenario de aquel tren, el mensaje sigue siendo más relevante que nunca. La libertad no es un regalo, es un logro. No basta con proclamarla: debe hacerse posible mediante medios concretos. La movilidad es uno de ellos. Todo obstáculo a la libre circulación , toda restricción impuesta a la logística o al transporte, es una forma de neofeudalismo encubierto. El Estado que grava la distancia , que sobrerregula las redes, que dificulta los viajes o el comercio, es el mismo Estado que desempodera al ciudadano y lo convierte en un súbdito.

Una visión coherente de la libertad comienza aquí: desde la conciencia de que esta no existe sin infraestructura, sin redes, sin capacidad individual de movimiento. El ferrocarril de 1825 es un símbolo concreto de este enfoque: menos burocracia, más iniciativa; menos centralismo, más conexiones. La Locomoción n.º 1 no solo transportaba carbón: transportaba el futuro . Simbolizó la transición de un mundo inmóvil, cerrado y jerárquico a una sociedad dinámica, abierta y basada en el mérito. Cada tramo de vía construido representaba una expansión del espacio de oportunidad, un debilitamiento de las barreras administrativas y las limitaciones heredadas.

El ferrocarril no redistribuyó recursos preexistentes: generó nuevos, facilitando la circulación de personas, ideas y capital. Y lo hizo sin planificación centralizada , sino mediante la libre iniciativa de empresarios y técnicos que invirtieron en el futuro.

Quienes creen en la libertad individual no defienden el statu quo, sino que apoyan la apertura, la experimentación y el progreso, incluso cuando este es incierto y no lineal. Hoy, ante los nuevos desafíos tecnológicos y logísticos, aquel tren de 1825 nos recuerda que no necesitamos frenar el progreso para incluir a otros, sino eliminar los obstáculos que impiden a todos avanzar. Lo importante no es frenar a quienes pueden avanzar, sino asegurar que nadie quede bloqueado artificialmente.

Solo una sociedad que elimina los obstáculos del poder y da cabida a la iniciativa individual permite a cada persona seguir su propio camino. Celebrar el bicentenario del primer ferrocarril público no es solo un acto de conmemoración: es un llamado a la acción, a confiar en la energía creativa del hombre libre.

Dos siglos después, aquel primer viaje aún nos enseña que el progreso no se planifica: es liberador. Y la libertad , como un tren, requiere vías sólidas, no permiso.

Agradecemos al autor su amable permiso para publicar su artículo, aparecido originalmente en L’Opinione delle Libertà: https://opinione.it/societa/2025/08/27/sandro-scoppa-treno-della-liberta-darlington/

Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.

X: @SandroScoppa

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *